La
corriente posmoderna se inserta en los márgenes de la filosofía
contemporánea, dándole a ésta ciertos aspectos predominantes. Se contempla que
la filosofía contemporánea inicia en Europa a finales del siglo XVIII y
principios del XIX. El movimiento denominado Romanticismo se caracteriza por
ir contra los ideales de la modernidad, brindando un nuevo giro al
pensamiento.
Esta
lucha no es contra la razón, sino contra las limitantes que el siglo XVIII les
había impuesto. No se pretende erradicar la racionalidad, es más bien una
búsqueda por ampliarla a zonas que se rechazaban o vedaron anteriormente. El
conocimiento del mundo no se verá limitado por la racionalidad y la ciencia. El
espíritu romántico pretende dar nueva vida a la imaginación, a los sueños y al
inconsciente, pero sobre todo a la sensibilidad.
Se
instaura entonces la melancolía del desencantado hombre romántico, que busca en
la naturaleza a todos aquellos dioses mitológicos que parecen haberle
abandonado. Encuentra en la antigua Grecia la armonía que la nueva era
científica le negaba. Se recuperan antiguas mitologías que son resignificadas a
la luz de la nueva época. El ideal reside en regresar a la unión entre verdad,
bondad y belleza, siendo conscientes de la imposibilidad que esto supone.
Ante la vorágine expuesta, la actitud del artista romántico es de desilusión y
desesperanza, encarada desde la pasión y la más profunda experiencia sensible.
El movimiento romántico tiene como exponentes en pintura a Turner y Friedrich;
en música a Wagner y a Chopin;
y sus seguidores directos en el ambiente filosófico son Kierkegaard, Nietzsche y Sartre.
Es el
movimiento romántico el que influye en los contemporáneos y, de este modo hace
caer antiguos paradigmas como el logocentrismo: que abre paso al lenguaje que
predominará como la realidad humana. La comunicación permitirá al hombre abrir
todas sus posibilidades para encontrar nuevos caminos. Se le conoce como
el giro lingüístico. Los pensadores contemporáneos brindan un lugar
predominante al lenguaje; ese espacio que el logos moderno ha dejado, será el
que ocupe el lenguaje. Lo anterior no implica que los pensadores postmodernos
sean los iniciadores del giro lingüístico, simplemente son continuadores del movimiento
analítico.
A partir
de lo anterior y en el entendimiento de que la comunicación es un suceso dentro
de la vida del hombre, se da lugar a la praxis dentro de la Filosofía. La
teoría y los conceptos metafísicos serán dejados de lado. Ahora se hablará de
la vida y los sucesos cotidianos como el tema filosófico central. La teoría ya
no ocupará el pensamiento de los filósofos, será la praxis quien tome ese
honroso sitio. Lo habitual y común se eleva por encima de los conceptos
abstractos de mundos posibles. El planeta tierra (no los mundos ideales o
posibles) y el ser humano como ser integral es lo que tratan de vivir,
reflejar, analizar y estudiar los contemporáneos.